Cuando hay un traumatismo o el cuerpo está sometido a un estrés mecánico o emocional prolongado, se estimula la secreción de las fibras de colágeno en el tejido afectado y, al mismo tiempo, produce la disminución del volumen de la sustancia fundamental, quedando el tejido conectivo más sólido y menos fluido. Este endurecimiento del tejido conectivo (músculos y fascias) altera la libre circulación de los fluidos; en consecuencia se produce lo siguiente:
- Queda parcial o totalmente bloqueada la entrada de nutrientes
- Simultáneamente, se produce el atrapamiento de los desechos metabólicos
- La elasticidad, la plasticidad y la viscoelasticidad de músculos y fascias (tejido conectivo) quedan reducidas
- La capacidad de deslizamiento de las diferentes estructuras adyacentes queda también reducida o bloqueada
Todo esto obliga al cuerpo a la creación de movimientos o posiciones sustitutas, es decir, se inicia el proceso de compensaciones. Un proceso que es un sistema de escape, sin embargo estas soluciones sólo dan un resultado positivo de forma temporal, creando al mismo tiempo otras compensaciones, involucrando lentamente a otros segmentos. Con el tiempo, las posibilidades de nuevas compensaciones se agotan y el cuerpo se encuentra sin salida, entrando el paciente en un círculo vicioso de defensa, inflamación, dolor y una progresiva e irreversible disfunción.